martes, julio 26, 2005

"El círculo de la comunicación", ya en la calle

"El círculo de la comunicación" es el título del tercer volumen de la serie "Comunicación empresarial" de la editorial NetBiblo. Escrito por Federico Varona, el libro está compuesto por cuatro trabajos que versan sobre los procesos de retroalimentación y control de la gestión de la comunicación en las organizaciones, y uno de ellos es un estudio sobre los programas de sugerencias en las empresas españolas.

Federico Varona Madrid es doctor en Estudios de la Comunicación por la Universidad de Kansas, en las especialidades de Comunicación Organizacional y Comunicación Intercultural, y diplomado en Comunicación Audiovisual por el Center Audio-Visuel Recherche et Communication (CREC), de Lyon, Francia. Actualmente ejerce como profesor en la universidad norteamericana de San José, y ha impartido cursos y seminarios en la mayoría del continente americano. Con una dilatada trayectoria como consultor de organizaciones, ha sido galardonado con los premios NCA (National Communication Association, Chicago, 1997) y Adecín de Comunicación Interna, 1999.

Este libro se edita poco después de que la editorial haya lanzado al mercado el estudio de Javier Díaz Noci "Los resúmenes de prensa en los gabinetes de comunicación", y "Culturas organizacionales", de Abraham Nosnik Ostrowiak, uno de los teóricos de la comunicación más importantes en el escenario internacional. La intención de la editorial es situarse entre las tres principales referencias editoriales hispanoamericanas en el área de la comunicación en las organizaciones.

Un análisis a una fórmula de gran éxito en España y desprestigiada en USA

Durante cuatro años (1999-2003) el funcionamiento y el éxito de los programas de sugerencias en las empresas españolas captaron la atención de Federico Varona. La razón de su interés, en palabras del propio autor, se debía en gran parte a que en California (USA), las empresas no tenían dichos programas y, en general en los Estados Unidos, el programa de sugerencias, aunque tuvo su auge en los años cincuenta, era prácticamente inexistente y está bastante desprestigiado, en especial el uso de las cajas de sugerencias. Este contraste tan pronunciado en este aspecto específico de la cultura y comunicación empresarial entre España y Estados Unidos es lo que motivó la investigación que recoge "El círculo de la comunicación".

Cuatro títulos de siete autores para los próximos meses

La editorial NetBiblo anuncia ya la aparición de otros cuatro títulos en los próximos días, escritos por Horacio Andrade, socio director de la consultora sudamericana Sinapsis; los profesores de la Universidad de Santiago Berta García Orosa, y Xosé López y Marita Otero; y el volumen de José Castro López y Lito García Abad, de Caixa Galicia, junto con Pedro Celeste, director general de PCA y Marketing, de Portugal. Los temas: la comunicación interna en las organizaciones, los gabinetes de comunicación en España, herramientas para la nueva información periodística y un estudio sobre las diversas áreas de la comunicación organizacional.

Libros ya editados en la "Serie Comunicación empresarial"

1. - "Los resúmenes de prensa en los gabinetes de comunicación: una aproximación jurídica"
Autor: Javier Díaz Noci.

2.- "Culturas organizacionales; origen, consolidación y desarrollo"
Autor: Abraham Nosnik Ostrowiak.





jueves, julio 21, 2005

El Capital Intelectual


La gestión del conocimiento nace de la convicción profunda de que se pueden gestionar los activos intangibles de la empresa, que dejan de ser capital ficticio para convertirse en piedra angular de su cotización.

Pensemos en términos clásicos: una empresa que cotiza en bolsa tiene un valor de mercado que es el producto del número de sus acciones por el valor de cotización de cada acción. Si yo tengo 10 acciones de Telefónica, el valor en el mercado de esas acciones me lo da el producto de mis diez acciones por el valor de cotización de cada acción en la Bolsa de Madrid.

Frente al Valor de Cotización total existe el concepto de Valor Contable de la empresa, producto de la valoración que registran sus diversos capítulos contables en el balance total, de acuerdo con unas normas aceptadas a tal fin.

Normalmente, este valor contable es inferior al valor de cotización. La pregunta consiguiente es previsible: ¿por qué, si la empresa es la misma?

Sin ser expertos en Contabilidad de Sociedades, podemos encontrar fácilmente relaciones matemáticas como la de PriceWaterHouseCoopers o Euroforum, que afirman que el Capital de Mercado de una empresa es igual a la suma de sus activos tangibles más sus activos intangibles. Si suponemos que sus activos tangibles no presentan plusvalías ocultas (es decir, que, por ejemplo, el valor contable de un edificio es igual al valor de mercado), la diferencia de cotización de la empresa se basa fundamentalmente en la valoración de sus activos intangibles, es decir, y pensando en términos reduccionistas, de lo que se denomina actualmente su Capital Intelectual que, en última instancia, por consiguiente, no sería más que la diferencia entre el valor de cotización de la empresa y su valor contable.

Lo malo es que, cuando algunos autores hablan de Capital Intelectual, lo que prevalece son las connotaciones asociadas al equipo humano de la empresa, cuando no sólo es así. El Capital Intelectual es la suma del Capital Humano, el Capital Organizacional (patentes, procedimientos...) y el Capital Relacional (marca, clientes, reputación...).

De ahí que cuando se hable de modelos KPM (Gestión del Conocimiento) sólo actuemos en campos específicos de ese Capital Intelectual. Por ejemplo: la reputación de la empresa no se gestiona por KPM, y cuando se habla de medir el Capital Intelectual no basta con índices referentes al Capital Humano (como está de moda en algunas memorias de empresas), sino que hay que establecer incluso índices para su Capital Organizacional y para el Relacional.

Por eso, cuando se habla de Gestionar el Capital Intelectual de la Empresa actuando únicamente sobre una variable de actuación (asunto hoy en día muy de moda en muchas publicaciones), hay que tomar las afirmaciones realizadas con cierta relatividad, puesto que en esto, como en muchas otras áreas de la nueva economía, no es oro todo lo que reluce.

miércoles, julio 06, 2005

Una reflexión

Sin duda habrá que hacer una reflexión en torno a la forma de afrontar los medios (dejemos de lado la "censura" informativa gubernamental) el caso del atentado en Londres y el caso de Madrid. O sin ir más lejos, hoy mismo, día 11 de julio, la prensa gallega informa de una pareja de ahogados accidentales en Galicia, e ilustra la información con la foto de los cuerpos cuando salen del agua. Me gustaría saber cuál es el interés informativo real de esa fotografía, de la misma forma que me gustaría saber cuál es el interés informativo de muchas de aquellas otras fotografías que se publicaron tras el 11-M. No se trata de censurar, en absoluto; se trata de reflexionar sobre nuestra propia autorregulación y dónde empieza el respeto a los demás (y a las familias).

De la misma forma, me gustaría saber cuál es el interés público de esos gabinetes de información de los cuerpos armados del Estado y servicios públicos de urgencia y asistencia general que, en muchas ocasiones, creo que se exceden en sus funciones informativas proporcionando datos sin el más mínimo respeto, a mi juicio, a las partes involucradas en los sucesos. Incluso me gustaría saber cómo se enteran los medios, en ocasiones en plazos increiblemente breves, de ciertos sucesos sobre los que luego podremos ver fotografáis e imágenes de dudoso interés público. ¿No será que estamos en un periodo en el que la audiencia prima sobre el respeto y la ética privadas?

Tal vez es para ti

Hoy les propongo un juego que no tiene nada de original: adivina adivinanza. De niño jugaba a este juego en el portal de mi casa de vecinos, cuando los niños todavía tenían portal donde jugar, y cuando aún había niños.

El juego se me ocurrió a raíz de la lectura de la columna de un articulista pretencioso en su afán de literatura, satírico en su falta de ingenio y ruin en su falta de sentido. Una vez, hace ya meses, estuve tentado a contestarle tras la lectura de su mezquina columna que -sé reconocer lo que es evidente- brilla con una pluma superior a la media, lo cual es siempre de agradecer. Llegué en ese momento a esbozar la respuesta, y al final pudo más la lógica cartesiana que el ímpetu desmedido de la pasión pura.

Pero hoy retomo aquella breve columna y me dispongo a jugar al escondite con ella, que es otro forma de jugar a adivinar si tal vez estas líneas son para ti, que me miras como quien no quiere la cosa. Juguemos, pues, querido lector.

En primer lugar, debes saber, amigo, que hay escritores que elaboran su columna periodística recurriendo a tópicos y típicos argumentos, cuando no al insulto fácil, y denigrando lo que creen indigno del ejercicio mental que lucen a todas horas, incluso en los momentos más excusables para tal menester.

También debes conocer, amigo, que ellos son quijotes salvadores de patrias incólumes y honores bajomedievales, que escriben con verbo fácil que este país es imbécil (con lo que juzgo que, además de serlo yo, lector, también lo es él) o que califican con premura a los televidentes, como a cualquier otro hijo de vecino, con caricias que no es propio repetir, sin que les puedas atisbar el menor sonrojo en su cara.

Porque, querido lector, debes tener presente que en este país existen muchos librepensadores que se indignan ante las preferencias de la mayoría, sin darse cuenta de que, si llevan a último término su argumento, llegan a tirar las piedras contra sus propios tejados, porque, entre otras cosas, el éxito que pueda tener alguna de sus obras no necesariamente ha de ser producto de los que practican el sagrado ejercicio de la lectura.

Sentencian con la facilidad del catedrático bien instruido en la materia, con la precisión y la rotundidad que no admiten duda; critican lo superfluo sin darse cuenta de que en materia de modas incluso ellos mismos pueden quedar desfasados de estación a estación; y vacían su estilográfica en sentencias bíblicas sin, tan siquiera, el respeto que siempre han de merecer los muertos.

Para más señas, querido lector, él, que el género puedo decirlo, es de los que olvidan a menudo que leen las obras que consideran "geniales" ya traducidas, que olvida que el hombre cuando nace sólo balbucea un idioma, que habla con la palabra y no con la obra, que es en definitiva la única forma de hablar con fundamento, que rellena sus veinte líneas a menudo sin el respeto que merece quien debe dedicarles diez minutos; es decir, amigo mío, tal vez esté hablando de ti.