Internet ha supuesto una auténtica revolución en muchas áreas de la actividad económica e intelectual. Nadie puede objetarlo: nuestra actividad diaria presenta múltiples aspectos del influjo de Internet en el trabajo, el ocio, la empresa, el mercado, la cultura... Hoy es imprescindible recurrir a la Red para mantenerse al día en áreas altamente especializadas, porque muchos de los trabajos más interesantes están ahí, como en una enorme biblioteca virtual, al alcance de la mano. Y lo que es incluso más importante: también están al alcance del ratón sus propios protagonistas. Pero en el terreno informativo, a pesar de todos los estudios que remarcan el proceso de desintermediación de la actividad informativa y periodística, hay que mantener ciertas dosis de prudencia. Así nos lo enseña el día a día.
Somos unos enormes desconocedores de lo que es y, fundamentalmente, de lo que puede llegar a ser una red que, en principio, nació con fines puramente militares. Sabemos cómo ha influido en los últimos veinte años de nuestra vida, pero no sabemos cómo influirá en los próximos veinte.
Uno de los problemas de Internet es que permite mantener (al menos para la inmensa mayoría de sus usuarios) una cierta garantía de anonimato. De ahí que ya haya organismos y empresas que, dándose cuenta de la fragilidad de este canal de comunicación, entren en aquellos recursos virtuales más utilizados por los navegantes para modificar pensamientos y opiniones en aras de favorecer su propia imagen. Hace días nos lo han dicho a propósito de Wikipedia, pero es una costumbre muy generalizada desde hace tiempo.
Hay que desconfiar de las opiniones vertidas en la Red. Muchas de ellas están claramente dirigidas y favorecidas por organizaciones que utilizan estos recursos para mejorar su imagen o favorecer la venta de sus productos. Muchas opiniones en la Red, sus foros en definitiva, no son ni transparentes ni tan siquiera objetivos.
Si quieren comprobarlo, hagan como hago yo mismo, que a veces entro en algún foro, incluso especializado, para llegar en muchas ocasiones a la conclusión de que ni las recomendaciones ni la calidad de los participantes los hacen susceptibles de la más mínima credibilidad. Aunque gocen de “popularidad”.
Somos unos enormes desconocedores de lo que es y, fundamentalmente, de lo que puede llegar a ser una red que, en principio, nació con fines puramente militares. Sabemos cómo ha influido en los últimos veinte años de nuestra vida, pero no sabemos cómo influirá en los próximos veinte.
Uno de los problemas de Internet es que permite mantener (al menos para la inmensa mayoría de sus usuarios) una cierta garantía de anonimato. De ahí que ya haya organismos y empresas que, dándose cuenta de la fragilidad de este canal de comunicación, entren en aquellos recursos virtuales más utilizados por los navegantes para modificar pensamientos y opiniones en aras de favorecer su propia imagen. Hace días nos lo han dicho a propósito de Wikipedia, pero es una costumbre muy generalizada desde hace tiempo.
Hay que desconfiar de las opiniones vertidas en la Red. Muchas de ellas están claramente dirigidas y favorecidas por organizaciones que utilizan estos recursos para mejorar su imagen o favorecer la venta de sus productos. Muchas opiniones en la Red, sus foros en definitiva, no son ni transparentes ni tan siquiera objetivos.
Si quieren comprobarlo, hagan como hago yo mismo, que a veces entro en algún foro, incluso especializado, para llegar en muchas ocasiones a la conclusión de que ni las recomendaciones ni la calidad de los participantes los hacen susceptibles de la más mínima credibilidad. Aunque gocen de “popularidad”.
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