El mundo de Internet vive la misma explosión que otros medios de comunicación (en concreto, las televisiones) respecto a las conductas más permisivas y rayanas en lo ilícito, en algún caso pienso que vulneradoras de los más elementales derechos de la persona.
A pesar de que muchos prediquen su derecho a la libertad de expresión y de información, y como reiteradamente he defendido, éstos no son en absoluto derechos sin límites. No se puede permitir que ciertos individuos sin el menor escrúpulo se amparen en derechos “de los medios y de los periodistas” cuando no tienen nada que ver con la profesión. Estoy hablando, por ejemplo, de que no se puede amparar en el secreto de las fuentes quien no es un profesional de la información, porque entonces abriríamos una puerta al derecho a no revelar absolutamente nada en ningún caso, ni siquiera en investigaciones policiales o judiciales. Y en Internet proliferan ese tipo de conductas.
Tampoco podemos admitir que (como esa “famosa” que debemos soportar para más inri de los periodistas en paro) que cualquiera predique bajo focos y oropeles de un medio televisivo que hace “periodismo de investigación”. Lo que hace es atentar, bajo la bendición de empresarios de la comunicación y periodistas de sus medios, contra la intimidad de las personas.
Ahora parece que el raciocinio empieza a involucrarse en Internet. La Red sufre lo que han padecido todos los medios abiertos al público en general, incluso en grupos cerrados como las organizaciones: la “gripe de la información”, una enorme proliferación de usuarios que hacen de emisores sin ningún tipo de control legal ni profesional, y a los que el público otorga, ingenuamente, una veracidad que no tienen. ¿Cuántos blogueros se identifican realmente en la Red?
Si los emisores se amparan en el anonimato, el resultado es que en la Red existen todo tipo de mamarrachos y disparates que circulan como si nos hablaran de la realidad misma. Y no lo es. Mucho es pura basura.
A pesar de que muchos prediquen su derecho a la libertad de expresión y de información, y como reiteradamente he defendido, éstos no son en absoluto derechos sin límites. No se puede permitir que ciertos individuos sin el menor escrúpulo se amparen en derechos “de los medios y de los periodistas” cuando no tienen nada que ver con la profesión. Estoy hablando, por ejemplo, de que no se puede amparar en el secreto de las fuentes quien no es un profesional de la información, porque entonces abriríamos una puerta al derecho a no revelar absolutamente nada en ningún caso, ni siquiera en investigaciones policiales o judiciales. Y en Internet proliferan ese tipo de conductas.
Tampoco podemos admitir que (como esa “famosa” que debemos soportar para más inri de los periodistas en paro) que cualquiera predique bajo focos y oropeles de un medio televisivo que hace “periodismo de investigación”. Lo que hace es atentar, bajo la bendición de empresarios de la comunicación y periodistas de sus medios, contra la intimidad de las personas.
Ahora parece que el raciocinio empieza a involucrarse en Internet. La Red sufre lo que han padecido todos los medios abiertos al público en general, incluso en grupos cerrados como las organizaciones: la “gripe de la información”, una enorme proliferación de usuarios que hacen de emisores sin ningún tipo de control legal ni profesional, y a los que el público otorga, ingenuamente, una veracidad que no tienen. ¿Cuántos blogueros se identifican realmente en la Red?
Si los emisores se amparan en el anonimato, el resultado es que en la Red existen todo tipo de mamarrachos y disparates que circulan como si nos hablaran de la realidad misma. Y no lo es. Mucho es pura basura.
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