El trabajo se titula "La empresa: escenario de convivencia", y lleva como subtítulo "Modelo comunicacional para la promoción de la convivencia empresarial". Tan pronto supe de su publicación, lo solicité por correo electrónico a la directora del programa Entretodos, Beatriz White, que muy amablemente me lo remitió en octubre de 2000. Tras una lectura rápida y apasionada, devolví el volumen a la estantería, donde reposaba junto con tres tomos de recopilación de artículos de investigación en torno a la comunicación social, alguno de los cuales tan interesante que merece por sí mismo (aún a pesar de los años transcurridos desde su publicación) que le dedique esta tribuna otro día. Decía, pues, que allí descansaba hasta que lo volví a depositar en la mesa de mi escritorio para poder releerlo entre descanso y descanso de la página diaria a que obliga este oficio cuando me asaltó su recuerdo tras la lectura de un artículo sobre la "revolución" cultural en la empresa.
La idea era atrayente: estudiar cómo la comunicación mejora la convivencia empresarial, y hacerlo en un escenario propicio como son las empresas de un país desgarrado y con una población trágicamente dividida. En el fondo del proyecto está la idea de aplicar la comunicación social como una herramienta eficaz para la gestión de la cultura empresarial, como también lo es para la gestión de la imagen de nuestras empresas, la de sus recursos humanos o la de su marketing social. En definitiva, un ejemplo más de que la comunicación atraviesa la inmensa mayoría de los órganos vitales de nuestras empresas y, como se dice en el trabajo recogiéndolo de Argyris, una prueba de que "una comunicación organizacional adecuada es capaz de motivar el aprendizaje y producir un cambio real en las organizaciones y en cada individuo".
Las variables utilizadas en el modelo (susceptibles, pues, de medición para la objetivización de su eficacia) son el respeto por la diferencia, las relaciones interpersonales, el liderazgo, la estima, el clima y la cultura. De esta materia prima se espera obtener un resultado cuantitativo que incluso puede calcularse en función de las estrategias comunicacionales utilizadas, lo que se une al propio desarrollo de las distintas variables independientes arriba mencionadas.
El planteamiento del trabajo ha sido impecable y el modelo obtenido, digno de consideración para cualquier empresa. Sólo hace falta que iniciativas de este estilo puedan seguir desarrollándose en las empresas gallegas y españolas, y que nuestros empresarios, nuestra Administración, incluso nuestras Universidades, sepan liderar una función aún muy desconocida y que hay que sacar de su estrecho ámbito mediático. Estoy convencido de que tenemos gente capaz de generar muy buenas ideas, que enriquezcan la investigación de la comunicación empresarial, al tiempo que se apliquen directamente en el fomento de la motivación y la productividad de las empresas gallegas. A eso, en definitiva, se le llama I+D y Capital Humano, dos pilares básicos para el desarrollo de un pueblo.
Y, por supuesto, después deberemos comunicarlos con maestría que se nos supone.