sábado, julio 04, 2009

Historia y Comunicación

Me empieza a cansar explicar qué es Comunicación a la gente que no puede mirar más allá de su nariz. Si Quevedo hablaba de un hombre a una nariz pegado, hay otros que son incapaces de mirar más allá de los apéndices a los que están pegados. Yo jamás me atrevería a explicar un concepto que no domino a un profesional de ese área de Conocimiento. En Comunicación, todo el mundo sabe. Y así nos va.

Estamos en una época decadente del periodismo. Sólo hay que pararse a pensar en los medios que nos rodean: jamás hubo tantos como ahora, pero a costa de una muy baja calidad. Las culpas debemos compartirlas entre las empresas, ajenas a todo lo que no sean sus intereses a cortísimo plazo; los periodistas, donde todo vale y se acepta todo, y la formación, cada vez más alejada de las necesidades reales de un siglo llamado a cambiar el status quo de las cosas (como todos los siglos, por otra parte, porque el hombre se olvida con extraña facilidad de que las "revoluciones" existieron en todos los tiempos). Las empresas que se olvidan de su papel de intermediarios públicos; los periodistas (cuando lo son), porque todo vale; y las facultades, porque habría que hacer una enorme limpieza en ellas, adaptándolas al tiempo histórico, social y económico en el que se encuentran.

Sin embargo, lo único que no cambia es las definiciones de las cosas. Un coche sigue siendo un coche independientemente del diseño, del carburante y de los colores que luzca. La cocina seguirá siendo una cocina aunque se limite a un recinto de piedras con leños prendidos. Y la Comunicación seguirá siendo un proceso de intercambio de información entre emisor y receptor. El soporte es cambiante; las técnicas, mejorables; los elementos, distintos, pero el proceso obedece siempre a los mismos principios.

Muchos, en cambio, se quedan en alguno de los elementos. Y hablan de periodismo en función de los canales o de las personas, sin tener en cuenta que el periodista es el emisor en un tipo de proceso concreto de comunicación, y que la función de periodista no es extrapolable a cualquier persona que actúe de emisor en un proceso, sino que requiere de unos elementos añadidos, aprendidos, que le convierten en lo que es. Como un médico, un abogado, un filólogo o un profesor. Todo es aprendido, pero no cualquiera puede erigirse en uno de sus representantes.

Creo que es algo elemental. Pero como todo lo simple, es difícil que se tenga presente cuando se habla de Comunicación. Tengo veintiséis años de experiencia en este mundo de la Comuniccaión. Cuando yo empecé, había plomo en los periódicos. Telefónica empezaba a enseñarnos, asombrados, que uno se podía conectar a las bases de datos de todo el mundo online para extraer la más variada información. Yo visité, con 19 años, una sala desde la que me conectaron a los contenidos de bibliotecas de Estados Unidos. Los teletipos era nuestro canal de comunicación básico, como lo es ahora Internet y el teléfono. Al mismo tiempo, se hablaba de una técnica revolucionaria que lo cambiaría todo: la fotocomposición. Se trabajaba en ordenadores personales con programas que eliminarían aquella rutina diaria que era, en mi caso, maquetar la información de Internacional haciendo que los textos quedaran clavados en la página, para sombro de mi redactor jefe y de mí mismo. Otra inmensa revolución. Con los años, el plomo desaparecería, los ordenadores serían la maqueta y el teletipo de turno, y empezaríamos a hablar, primero de hipertexto, y después de Internet y páginas html, de la desaparición de los periódicos, de fotografías que no era preciso revelar, etc. Si uno quiere remontarse más en el tiempo, pasó lo mismo con las diligencias, el telégrafo y los primeros teléfonos.

El primer ordenador personal en mi empresa data de mediados de 1980. Nuestro sistema de comunicación interna operaba en un entorno 3270 de IBM. Aprendimos por entonces lo que eran los procesadores de texto y los programas para editar publicaciones, como el PageMaker, el primero que manejé en aquel tiempo.

Pero el periodismo siguió siendo el periodismo, y el proceso de comunicación, tal como se estudiaba desde los años 20 del siglo pasado, era el mismo. Servía para explicar todos esos cambios históricos sin ningún problema.


Pero siempre hubo, hay y habrá quien se erige en profeta de su tiempo: la imprenta acabará con los conventos (tardó dos siglos, y aún hoy se hacen libros a mano), el offset con las imprentas tradicionales, la radio con el periódico y la televisión con periódicos y radios, el 'periodismo ciudadano' con los periodistas de siempre (ja, ja, ja...), e Internet con los mass media tradicionales...

Afortunadamente, la historia ha demostrado que muy poca gente fue capaz de ver el futuro como Julio Verne, y normalmente las creencias de la mayoría no explican las soluciones finales que el tiempo se ha encargado de consolidar. Lo que eran "revoluciones" solo fueron meros cambios tecnológicos, que a su vez pronto serían superados por otros. Y cualquier solución que realmente supusiera un cambio radical del modelo, siempre implicaba primero el cambio previo de ese modelo. Es lo que pasa en la historia del Conocimiento: hay muchos que predican y pocos que construyen. Para avanzar en la fisíca actual hay que romper con alguna de las teorías explicativas si se quiere hablar de auténtica revolución; si no, será un mero paso adelante en la historia de ese Conocimiento.

La juventud es muy propensa a este tipo de pensamientos. Hablan de 'revoluciones' y anteponen el adjetivo 'nuevo' a cualquier cosa de la que hablen. Y el tiempo nos acaba diciendo que ni revoluciones, ni nuevos.

Hagan un ejercicio: miren en las notas de prensa de las empresas cuánta veces aparece el adjetivo 'nuevo', y en los ensayos editados, cuántas veces hay 'nuevo' y 'revolución' en sus títulos.
A medida que ha ido avanzando la historia de la humanidad, nos hemos vuelto más egocéntricos. De niños nos enseseñaban que vivíamos en la Historia Contemporánea, y yo siempre me preguntaba por qué siempre habríamos de vivir contemporáneos a todos. ¿Qué vendría después de la Contemporánea? Nos hablaban de Revolución Industrial, pero resulta que había países que la sufrían con un siglo de diferencia, como España. Entonces, ¿qué tenía de revolución? ¿No era más fácil ser menos pretenciosos y explicar las cosas como una mera sucesión de episodios históricos producto de la propia evolución del Conocimiento? Porque, después de todo, en muchas áreas todavía bebemos de los griegos.

Ahora es lo mismo que hace un siglo o dos. "La más grande aventura jamás imaginada", "el episodio que cambiará la historia del mundo"... Zapatero, a tus zapatos, y con el martillo dando.

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