miércoles, octubre 21, 2009

Noticias basura

Ha aparecido un interesantísimo artículo de Pascual Serrano en el diario Público titulado ‘Noticias basura y noticias engaño’, sobre las noticias que han supuesto “claros e insultantes ejemplos de temáticas frívolas e intrascendentes” que han sido objeto de atención por los medios norteamericanos en el último año. Noticias a las que el autor asemeja con la comida basura.

En el caso español estas noticias pululan por doquier. Las discusiones Campanario – Belén Esteban ocuparon 4.000 minutos de la parrilla televisiva veraniega. Estas son las ‘noticias basura’.

Las ‘noticias engaño’ son, por ejemplo, en palabras de Serrano, cuando los periódicos titularon ‘Europa ya tiene Constitución’ porque los jefes de Estado habían llegado a un acuerdo, pero todavía no se habían pronunciado los ciudadanos. Fue en 2004 y todavía estamos en el empeño.

Pascual finaliza diciendo que se “necesita algún tipo de control de calidad de los medios”. El mayor control de calidad es la autorregulación y la deontología aplicada a nuestro trabajo. Si yo tuviera que defender la Responsabilidad Corporativa de una empresa, mi empeño se dirigiría a estas tareas que lindan con la calidad. Creo que ahí sí se justifican las medidas de RSC. Y donde sea necesario, por supuesto, la denuncia pública de las noticias intolerables.

domingo, octubre 11, 2009

¡No me hable de la RSC! (2)

La aparición de las tendencias sociales vinculadas a la actividad financiera históricamente es periódica y recurrente, y normalmente acontece unida a la constatación de fraudes empresariales, episodios notorios de conductas irresponsables o faltas de ética, la creación artificiosa de valor en las compañías (a veces unida a sistemas de remuneración inauditos), o bien la aparición de efectos externos perjudiciales en el desarrollo de la actividad empresariales. En este caso, costes externos vinculados al medioambiente, la ética, los derechos humanos, la reputación, la imagen…

En definitiva, se trata de gestionar, desde un punto de vista exclusivamente financiero, los costes asociados a la actividad empresarial, aunque a veces supongan costes añadidos a los ya existentes, pero siempre menores a los costes potenciales. En definitiva, se incurre en costes porque el coste de no hacerlo podría ser mayor, lo que no deja de ser un punto de vista exclusivamente financiero de la RSC.

La abrumadora prepotencia del liberalismo en las últimas décadas y la falta de una concepción del Estado que aporte algo más que una mera visión keynesiana de la economía y el gasto social, en definitiva, que dé soluciones a los temas económicos cuando el liberalismo se demuestra impotente, hace que muchos se refugien en una demanda exacerbada de la responsabilidad social de las empresas y corporaciones cuando el Estado incluso se bate en retirada en numerosas facetas de la vida pública. Se suele decir con cierta soberbia que “si se defiende la gestión privada de una proporción superior del producto interior bruto, habrá de esperarse una más intensa participación privada en las responsabilidades colectivas (…) Eso sí, con la subsiguiente participación de los stakeholders afectados” (AECA, ‘Gobierno y Responsabilidad Social de la Empresa’, documento nº 4, 2007).

Lo malo es que cuando el Estado no traduce a términos de mínimos exigibles por normas jurídicas lo que todo el mundo espera de las empresas, el resultado es la búsqueda del máximo beneficio dentro de la legalidad imperante, y donde la RSC se convierte en un factor más del marketing.

¿Es escandaloso que un consejero delegado de una entidad financiera se jubile con tres millones de euros? Los analistas dicen que no, que es una suma del mercado aprobada por un consejo de administración independiente y que representa a los propietarios de empresa. Argumento incuestionable, pero aún sí, es indecente y de una ética cuando menos dudosa. Me río de la RSC de esa entidad financiera cuando lo que valora y potencia es la creación de valor a juicio de sus accionistas y no de la sociedad en su conjunto.

¿Debemos tratar también el tema de los bonus, las retribuciones a corto plazo de las empresas, la expansión y el crecimiento a cualquier costa de las entidades financieras mundiales que están en el origen de la crisis subprime…?

¿Quién quiere hablarme de RSC? La RSC es como la creación de la Europa comunitaria: sólo se avanza cuando lo voluntario se convierte en mínimo exigible.

viernes, octubre 09, 2009

Las canas dan privilegios: ¡No me hable de la RSC! (1)

¡No me hable de la RSC!

Una vez más hemos comprobado que el mercado no siempre busca las soluciones a sus problemas. El viejo principio liberal de que sea el mercado el que se autorregule se me antoja absurdo. Un mercado donde impera la búsqueda del máximo beneficio sólo parece conducir a la codicia desbordada, como una riada que desborda los cauces de los ríos de la regulación y los principios éticos que deben presidir nuestra conducta. Esta tendencia neoliberal entronca con el viejo principio de Friedman (‘Capitalismo y libertad’, Ed. Rialp, 1966) de que los objetivos económicos con irreconciliables con los principios sociales. Pero los últimos acontecimientos parecen contradecir esos principios potenciados con la caída del muro de Berlín y la apertura progresiva de los mercados socialistas a las reglas de juego capitalistas.

Primer fallo: ¿quién dijo ética de los negocios?

Una vez más hemos comprobado que muchos hablan de RSC pero poquísimos creen en ella. O mejor, al menos no se comportan como si creyeran en ella, y eso debe ser –irónicamente- porque cada uno de nosotros tenemos una concepción de la RSC distinta de lo que es la responsabilidad corporativa.

No es casualidad que en muchas organizaciones se esté incardinando la gestión de la RSC dentro de las funciones de Comunicación, en la que tampoco creen demasiados directivos a pesar de que tienen que soportarla no saben muy bien por qué. O quizá sí, pero desde la óptica cercenada imperante en las organizaciones sobre lo que es comunicación. En eso Camdessus tenía mucha razón cuando recientemente denunció los abusos éticos de nuestros financieros y la escasa capacidad que tiene la economía de mercado para controlar los abusos de los directivos a los que se le llena la boca con la palabra eficiencia.

La postura contraria a la de Friedman, que predica las excelencias de los objetivos sociales para crear valor en la empresa, no deja de ser también otro extremo del péndulo en el recorrido de su arco. Es más creíble la postura de Porter y Kramer (‘The competitive adventage of corporate philanthropy’, Harvard Business Review, vol. 80, nº 12, 2002), que intentan alcanzar un lugar de convergencia entre unos y otros.

miércoles, octubre 07, 2009

Una mirada atrás

Repasando mis papeles, me encontré con este texto de Pepe Castro, quien ahora se dedica a los medios de comunicación y al disfrute de la lectura y el trabajo sin exigencias externas. Lo preparó para el homenaje que me hicieron en mi empresa en 2005. Lo recupero para todos, no sin -de nuevo- una sonrisa de agradecimiento.


La Comunicación se compone de situaciones únicas en las que el hombre se encuentra de pronto sumergido, quiera o no. Por eso, parafraseando a don José Ortega, la Comunicación es el tema que nos permite distinguir mejor quienes son “cabezas claras” y quienes son “cabezas rutinarias”.

En este universo de la Comunicación, siempre sugestivo y a veces proceloso, José Lito es una “cabeza clara”, un profesional de contrastada valía, muy acreditado y reconocido, tanto en Galicia como en España, que aporta potentes rayos de luz para impedir que se instale una inquietante confusión en nuestro oficio.

Siempre he admirado en Lito su capacidad de trabajo, que realiza calladamente, silenciosamente, con rigor, abnegada entrega y dedicación; admiro su proverbial humildad, tan alejada de la búsqueda de la gloria personal; su carácter afable y su sonrisa franca y noble, cuando los momentos de humor lo requieren, porque hasta en eso es riguroso. Por eso hoy me siento muy reconfortado y orgulloso de su trayectoria académica y profesional.

Profesionalmente, hemos crecido juntos, desde el nacimiento de aquella entrañable Revista Outeiro hasta que empezamos a planificar y organizar el Departamento Comunicación en la Caja. En aquella época, el tercer vértice del triángulo lo representaba Lucy, que aprendió el oficio con nosotros y aportó su energía, su ardiente vitalidad, casi juvenil, y su dinamismo creativo a un equipo, pequeño en número, pero eficiente en realizaciones. Equipo que, años después, creció con María Herva -¡que gran acierto su incorporación!- y ahora se enriquece con las aportaciones de Dulce María Cruz y Luis Franqueira.

El tiempo es implacable y muchos recuerdos se pierden en esa penumbra, a veces legendaria, que suele rodear a los acontecimientos separados de nosotros por varios años. Ahora bien, siguen vivos en mi el orgullo y la satisfacción de haber tenido este elenco de compañeros, que hoy encabeza Lito, un colaborador siempre leal, eficiente y brillante.

Con los años, el campo de los placeres, como el margen financiero, se estrecha, aunque, eso sí, los saboreas con mayor intensidad. Yo, en los últimos meses, he recuperado el placer y el privilegio de volver a trabajar con Lito, con Lucy y con María –el pequeño equipo que había dejado-, que ahora también componen Dulce y Luis, plenamente integrados.

A ellos, a mí y a la Caja nos cabe la satisfacción de contar con el Doctor José Lito García Abad, una “cabeza clara” en el universo de la Comunicación, que en estricta justicia tiene que compartir su éxito porque, como dice el viejo refrán, al lado de un gran hombre siempre hay una gran mujer. En su caso, dos: Mary y Jennifer.