No es la primera vez que lo hago. Lo he hecho reiteradamente a lo largo de estos últimos años, en escritos y en conferencias. El verano pasado lo denuncié públicamente, una vez más, en un encuentro con una oenegé en el Monte do Gozo, en Santiago. No se trata, pues, de aprovechar el momento, sino de reiterar una profunda convicción.
Me niego rotundamente a no señalar con el dedo a sus responsables, y decirles a la cara que ¡no vale todo! Esta profesión es tan bella que no merece que la arrastren por el suelo con conductas tan poco responsables. Ni siquiera con el permiso de los padres, porque no hay que achacar a los demás la propia irresponsabilidad.
Me refiero al caso Marta del Castillo. Pero antes fue Spanair; y antes, Madeleine, José Rabadán, las niñas de Cádiz…
Evité durante mucho tiempo criticar desde un periódico la labor de mis compañeros. Lo he hecho porque tampoco quiero que se achaque al sector conductas individuales que no pueden ser generalizadas como formas de comportamiento habituales. Pero es hora de que denunciemos que no todo vale a la hora de hacer periodismo.
Hace unos días nos encontramos en televisión con una menor de edad hablando de su relación con el presunto asesino de Marta. Al mismo tiempo, hemos visto las imágenes, videos y pensamientos de la joven sevillana extraídos de redes sociales en Internet. Quien sepa como funcionan este tipo de redes de ‘exposición pública controlada’, que así se las denomina, sabrá que a ese material sólo pudo accederse infringiendo de una forma impúdica la privacidad de su titular. Es decir, son actuaciones presuntamente delictivas. Y lo afirmaré siempre, independientemente de las conclusiones a que llegue la fiscalía de Sevilla, que abrió diligencias preprocesales sobre el tratamiento informativo de este caso. Son actos que hay que reprobar una y otra vez.
Afortunadamente, creo que es una opinión común incluso de compañeros que han vivido en primera persona algunas de esas tropelías. Y recomiendo vivamente que se lea el informe, escrito por ellos, ‘Cómo informar sobre infancia y violencia’, del Centro Reina Sofía.
No. No vale todo. No podemos permitir que nuestra profesión se arrastre por el interés de algunas empresas o por la poca conciencia de algunos periodistas. No se hace mejor información por vulnerar los derechos más elementales de la persona, sino que se construye una muy mala imagen de este ‘circo mediático’, como lo calificó el presidente andaluz.
Ya va siendo hora de que los profesionales regulemos entre nosotros la forma de afrontarse a la noticia, como hizo la BBC, como acaba de hacer el Colegio de Periodistas de Catalunya…, como se terminará haciendo, si no, desde el ámbito puramente legislativo.
Me niego rotundamente a no señalar con el dedo a sus responsables, y decirles a la cara que ¡no vale todo! Esta profesión es tan bella que no merece que la arrastren por el suelo con conductas tan poco responsables. Ni siquiera con el permiso de los padres, porque no hay que achacar a los demás la propia irresponsabilidad.
Me refiero al caso Marta del Castillo. Pero antes fue Spanair; y antes, Madeleine, José Rabadán, las niñas de Cádiz…
Evité durante mucho tiempo criticar desde un periódico la labor de mis compañeros. Lo he hecho porque tampoco quiero que se achaque al sector conductas individuales que no pueden ser generalizadas como formas de comportamiento habituales. Pero es hora de que denunciemos que no todo vale a la hora de hacer periodismo.
Hace unos días nos encontramos en televisión con una menor de edad hablando de su relación con el presunto asesino de Marta. Al mismo tiempo, hemos visto las imágenes, videos y pensamientos de la joven sevillana extraídos de redes sociales en Internet. Quien sepa como funcionan este tipo de redes de ‘exposición pública controlada’, que así se las denomina, sabrá que a ese material sólo pudo accederse infringiendo de una forma impúdica la privacidad de su titular. Es decir, son actuaciones presuntamente delictivas. Y lo afirmaré siempre, independientemente de las conclusiones a que llegue la fiscalía de Sevilla, que abrió diligencias preprocesales sobre el tratamiento informativo de este caso. Son actos que hay que reprobar una y otra vez.
Afortunadamente, creo que es una opinión común incluso de compañeros que han vivido en primera persona algunas de esas tropelías. Y recomiendo vivamente que se lea el informe, escrito por ellos, ‘Cómo informar sobre infancia y violencia’, del Centro Reina Sofía.
No. No vale todo. No podemos permitir que nuestra profesión se arrastre por el interés de algunas empresas o por la poca conciencia de algunos periodistas. No se hace mejor información por vulnerar los derechos más elementales de la persona, sino que se construye una muy mala imagen de este ‘circo mediático’, como lo calificó el presidente andaluz.
Ya va siendo hora de que los profesionales regulemos entre nosotros la forma de afrontarse a la noticia, como hizo la BBC, como acaba de hacer el Colegio de Periodistas de Catalunya…, como se terminará haciendo, si no, desde el ámbito puramente legislativo.
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