Es tiempo de silencio…, y de análisis sin prejuicios. Los políticos han reconocido vivir al margen de la ciudadanía. Así debemos interpretar su sorpresa general ante los resultados obtenidos el 1 de marzo. Fueron incapaces de respirar en el ambiente que no todo estaba tan claro como parecía, que existían ciudadanos –el aire de la ciudad les hace libres– que incluso manifestaban públicamente que cambiarían su primera opción como castigo a una errática política que se ancló en el egocentrismo y en la lejanía de sus preocupaciones.
El fracaso del bipartito ha sido un fracaso de comunicación. Hablaban para ellos mismos, sin ni siquiera oírse sus propias palabras, ajenos a propios y a extraños. Acomodados en la cumbre, fueron incapaces de dejar la oratoria vacua por la gestión cercana y reconocible. Y lo que es peor, fueron incapaces de articular un concepto de ciudadanía acorde con el tiempo que vivimos. Lo que ellos expresan ahora como posible efecto en el voto de la crisis actual. Pero quien gobierna ha de gobernar con crisis y sin crisis: aún es más, precisamente se reconoce al buen gobernante cuando hay crisis.
El añorado Martín Santos escribió en su día que era tiempo de silencio, pero también es tiempo para que la política asuma las tendencias que se reclaman en múltiples estamentos sociales. No es raro encontrar artículos y escritos donde se hable de ética y valores en el capitalismo, en la política, en la empresa, en las finanzas… Es decir, que recogen sentimientos que afloran en la sociedad, y precisamente con más fuerza después del nuevo discurso de Obama que hemos estado oyendo a lo largo de las últimas semanas. Un estilo enormemente distanciado de las caducas maneras políticas de estos años. Los políticos han permanecido anclados en el viejo concepto de ciudadano en una época en que hemos descubierto que existen deberes morales y sociales que van más allá de la lógica del individualismo burgués y occidental, en un momento donde se cuestiona la viabilidad del estado del Bienestar y de las conquistas sociales del último siglo.
Estoy hablando de Ética, Deontología y Responsabilidad Social. De Ética como los presupuestos para la acción política; de Deontología, como los fundamentos para una determinada actividad humana, la del gobierno de la res publica, y de Responsabilidad Social, como forma de valorar las decisiones que se adoptan. En definitiva, de una nueva forma de hacer política para una nueva ciudadanía que debe recoger el partido alternante, porque su primer análisis debe partir de que una parte de los votos conseguidos son votos de castigo a quienes no supieron oírles.
El fracaso del bipartito ha sido un fracaso de comunicación. Hablaban para ellos mismos, sin ni siquiera oírse sus propias palabras, ajenos a propios y a extraños. Acomodados en la cumbre, fueron incapaces de dejar la oratoria vacua por la gestión cercana y reconocible. Y lo que es peor, fueron incapaces de articular un concepto de ciudadanía acorde con el tiempo que vivimos. Lo que ellos expresan ahora como posible efecto en el voto de la crisis actual. Pero quien gobierna ha de gobernar con crisis y sin crisis: aún es más, precisamente se reconoce al buen gobernante cuando hay crisis.
El añorado Martín Santos escribió en su día que era tiempo de silencio, pero también es tiempo para que la política asuma las tendencias que se reclaman en múltiples estamentos sociales. No es raro encontrar artículos y escritos donde se hable de ética y valores en el capitalismo, en la política, en la empresa, en las finanzas… Es decir, que recogen sentimientos que afloran en la sociedad, y precisamente con más fuerza después del nuevo discurso de Obama que hemos estado oyendo a lo largo de las últimas semanas. Un estilo enormemente distanciado de las caducas maneras políticas de estos años. Los políticos han permanecido anclados en el viejo concepto de ciudadano en una época en que hemos descubierto que existen deberes morales y sociales que van más allá de la lógica del individualismo burgués y occidental, en un momento donde se cuestiona la viabilidad del estado del Bienestar y de las conquistas sociales del último siglo.
Estoy hablando de Ética, Deontología y Responsabilidad Social. De Ética como los presupuestos para la acción política; de Deontología, como los fundamentos para una determinada actividad humana, la del gobierno de la res publica, y de Responsabilidad Social, como forma de valorar las decisiones que se adoptan. En definitiva, de una nueva forma de hacer política para una nueva ciudadanía que debe recoger el partido alternante, porque su primer análisis debe partir de que una parte de los votos conseguidos son votos de castigo a quienes no supieron oírles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario