“A su juicio, ¿cuál es la principal característica de nuestra época?”. La pregunta me la formulaba hace unos meses una alumna universitaria a propósito de un tema que había surgido espontáneamente en el transcurso de una clase. Como buen gallego, les devolví la pregunta, y empecé a oír respuestas de todo tipo: el acceso a la información, el bienestar social, el conocimiento…; algunos más críticos se ensañaron con el sistema: la crisis capitalista, la fractura geopolítica ricos-pobres…, mientras otros fueron más ensoñadores: la conquista del espacio, el triunfo de los derechos humanos, etcétera.
Aquella estudiante me seguía mirando. “No nos has dicho tu opinión”. Y sus ojos pícaros me arrinconaban en la tarima. “La mediocridad”, le contesté inmediatamente. Y en ese momento vi las caras de desconcierto de todos. Instintivamente añadí: “Políticos mediocres, artistas mediocres, intelectuales mediocres, medios de comunicación mediocres y una sociedad que navega en la mediocridad. Todo ello abonado con el enorme déficit, como un agujero negro que todo lo absorbe, de un líder en cada uno de esos campos”.
Políticos mediocres: No hay ninguna figura política en España capaza de aglutinar el respeto general.
Artistas: es imposible aplaudir una época en la que se alaba a un caballo pintado como si fuera un monumento o se enlata una defecación entre el aplauso general. Lo que hay es un enorme agujero mental aplaudido por los que se llaman críticos y que no dejan de ser los equivalentes en el mundo del arte a esos comentaristas de ‘realities’ televisivos. El posmodernismo ha sido sustituido por el ‘nebus’ (new but stupid).
Intelectuales: Asistimos a la paulatina desaparición de los últimos grandes, que se erigen aún más grandes entre sus conciudadanos, pero con el enrome desconocimiento entre los más jóvenes de quiénes son.
Medios de comunicación: no hay más que ver la televisión o leer los periódicos.
Sociedad: no hay más que corroborar las audiencias de la televisión.
En resumen, mediocridad absoluta, regada por y bendecida por un sistema educativo mediocre.
Alguno me contestó que jamás la juventud había accedido a la cultura con tanta facilidad, que nunca se había podido estudiar fuera como ahora con las becas Erasmus, que el mundo se había hecho pequeño cultural y socialmente... “Es cierto”, pero seguro que ustedes siguen cogiendo apuntes como locos de lo que dicen sus profesores, leyendo un mínimo de libros al año (por dejar la sombra de la duda), recitando en los exámenes los apuntes que han tomado, aprendiendo teorías que no saben aplicar en la práctica… “¿Me equivoco?”. Silencio.
Aquella estudiante me seguía mirando. “No nos has dicho tu opinión”. Y sus ojos pícaros me arrinconaban en la tarima. “La mediocridad”, le contesté inmediatamente. Y en ese momento vi las caras de desconcierto de todos. Instintivamente añadí: “Políticos mediocres, artistas mediocres, intelectuales mediocres, medios de comunicación mediocres y una sociedad que navega en la mediocridad. Todo ello abonado con el enorme déficit, como un agujero negro que todo lo absorbe, de un líder en cada uno de esos campos”.
Políticos mediocres: No hay ninguna figura política en España capaza de aglutinar el respeto general.
Artistas: es imposible aplaudir una época en la que se alaba a un caballo pintado como si fuera un monumento o se enlata una defecación entre el aplauso general. Lo que hay es un enorme agujero mental aplaudido por los que se llaman críticos y que no dejan de ser los equivalentes en el mundo del arte a esos comentaristas de ‘realities’ televisivos. El posmodernismo ha sido sustituido por el ‘nebus’ (new but stupid).
Intelectuales: Asistimos a la paulatina desaparición de los últimos grandes, que se erigen aún más grandes entre sus conciudadanos, pero con el enrome desconocimiento entre los más jóvenes de quiénes son.
Medios de comunicación: no hay más que ver la televisión o leer los periódicos.
Sociedad: no hay más que corroborar las audiencias de la televisión.
En resumen, mediocridad absoluta, regada por y bendecida por un sistema educativo mediocre.
Alguno me contestó que jamás la juventud había accedido a la cultura con tanta facilidad, que nunca se había podido estudiar fuera como ahora con las becas Erasmus, que el mundo se había hecho pequeño cultural y socialmente... “Es cierto”, pero seguro que ustedes siguen cogiendo apuntes como locos de lo que dicen sus profesores, leyendo un mínimo de libros al año (por dejar la sombra de la duda), recitando en los exámenes los apuntes que han tomado, aprendiendo teorías que no saben aplicar en la práctica… “¿Me equivoco?”. Silencio.
2 comentarios:
Ayy, estimado. El panorama no es muy diferente en mi maltratada Argentina.
Excelente análisis.
Cariños,
Muchas gracias, Verónica. Un abrazo.
Publicar un comentario