Existen autores que han pasado a la historia por sus artículos periodísticos. El ejemplo por excelencia es Mariano José de Larra, pero muchos otros escritores serían incomprensibles si no fuera por esas columnas o artículos con que obsequiaban a sus lectores en los medios de comunicación de la época. En mi casa figuran en lugar destacado Clarín y Miguel de Unamuno, pero también los hay de especialistas en muy diversos campos de las ciencias o las letras que han convertido el artículo en su más genuina forma de expresión. Principalmente, el artículo científico que, por su rapidez y asequibilidad para quienes trabajan en un área determinada, personifica la vanguardia del progreso de la humanidad. Curiosamente, la mayoría de las obras técnicas que se publican no dejan de ser meras exposiciones del “estado de la cuestión” o manuales formativos, cuando las obras conjuntas y recopiladoras de artículos especializados son las que verdaderamente marcan la diferencia en el contenido de los volúmenes. Aún hoy día, tres volúmenes de artículos sobre diversas áreas relacionadas con la comunicación siguen estando plenamente vigentes treinta años después de su publicación en Argentina, con pequeñas modificaciones.
Estos días tengo la oportunidad de releer la columna de Carlos Casares en La Voz de Galicia, recién editada en formato libro por Galaxia y la Fundación Caixa Galicia. Hace tiempo le dediqué también un merecido homenaje en este mismo diario que llevaba por título “A marxe”. Me reconozco un devoto seguidor de la obra de Casares. Es una espléndida muestra de buen hacer con la pluma y de sensibilidad con el mundo que le ha tocado vivir, de inquietudes y pensamientos tanto como de ejercicio de la profesión condenada a la medida mutiladora de palabras.
A partir de ahora, dos nuevos libros me recuerdan desde el estante que a veces el artículo bien vale la pena.
Estos días tengo la oportunidad de releer la columna de Carlos Casares en La Voz de Galicia, recién editada en formato libro por Galaxia y la Fundación Caixa Galicia. Hace tiempo le dediqué también un merecido homenaje en este mismo diario que llevaba por título “A marxe”. Me reconozco un devoto seguidor de la obra de Casares. Es una espléndida muestra de buen hacer con la pluma y de sensibilidad con el mundo que le ha tocado vivir, de inquietudes y pensamientos tanto como de ejercicio de la profesión condenada a la medida mutiladora de palabras.
A partir de ahora, dos nuevos libros me recuerdan desde el estante que a veces el artículo bien vale la pena.
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