Papanatismo neo-religioso, nulo espíritu crítico, fundamentalismo tecnológico…: posiblemente todos estos conceptos sean predicables de muchos teóricos del puntocom, evangelizadores de esa nueva religión llamada Internet.
Hace unos días uno de mis contactos en redes sociales, Juanma Roca, poco más o menos decía que la gente se había vuelto un poco loca con Twitter, que al fin y al cabo no es más que el telégrafo en formato de nuevas tecnologías, es decir, algo que lleva ahí más de un siglo. ¡Genial! La imprenta surgió en el siglo XV y tuvo que convivir dos siglos con los amanuenses a pesar de todos los gurús de las nuevas tecnologías de su tiempo, que predicaban el fin de las copias a mano.
Lo mismo pasa con Internet. Lo importante es –dicen- estar en la Red. No, señor: Lo importante es saber por qué tienes que estar en la Red (si es que tienes que estar). Y ahí radica la enorme diferencia entre los fundamentalistas de los bits y los críticos de la razón práctica.
Hace unos días leí en La Vanguardia una entrevista a un tal Avinash Kaushik, que ostenta el curioso cargo de Evangelista de Analítica para Google. Este curioso personaje, que intervino en unas jornadas en Barcelona, decía de su profesión que “la función típica de un evangelista es predicar sobre una religión, pero mi objetivo es enseñar a la gente cómo usar mejor los datos que ofrece Internet y descubrirles toda la información que les puede revelar”. Curiosa contradicción la que personifica este sacerdote de su tiempo, que afirma que su misión en enseñar cómo utilizar la información y, en cambio, se bautiza como ‘evangelista’.
Sin demasiado ahínco miro algunos de los últimos trabajos sobre la materia que se han colgado en los blogs, generalmente muy poco académicos, y me invade la misma sensación de siempre: escaso espíritu crítico, poco análisis de escenarios futuros bien fundamentados, mucho dato sin interrelacionar, demasiada tecnología en detrimento de la estrategia…
Las diferencias entre ambas posiciones extremas se pueden ilustrar con pocas frases. Los fundamentalistas dicen que todo el mundo tiene que tener tarjeta de visita; los estrategas dicen que no siempre es necesaria la tarjeta de visita y, aún siéndola, hay millones de formas de diseñarla. Los primeros priman el estar; los segundos anteponen el ser. Los primeros recuerdan aquellos análisis textuales de Kayser y sucesores: hay que medir cuantitativamente el número de apariciones, la presencia egocéntrica…; los segundos dice que estar más no significa estar mejor.
Y ahí radica la enorme diferencia entre unos y otros. Los primeros se olvidan siempre de la cultura empresarial; los segundos dicen que los valores culturales condicionan la forma de relacionarse con los demás, y esto es mucho más crítico que estar o no estar.
Lo que poca gente hace es examinar la tecnología como soporte de la comunicación. Es decir, Internet es, en definitiva, un canal como la radio, la televisión o el periódico. El formato influye sobre los contenidos (el medio no siempre es el mensaje), pero lo que los diferencia es el contenido, la estrategia y el posicionamiento. Centrarse en los canales es perder de vista el auténtico sentido de la comunicación como proceso.
Hace unos días uno de mis contactos en redes sociales, Juanma Roca, poco más o menos decía que la gente se había vuelto un poco loca con Twitter, que al fin y al cabo no es más que el telégrafo en formato de nuevas tecnologías, es decir, algo que lleva ahí más de un siglo. ¡Genial! La imprenta surgió en el siglo XV y tuvo que convivir dos siglos con los amanuenses a pesar de todos los gurús de las nuevas tecnologías de su tiempo, que predicaban el fin de las copias a mano.
Lo mismo pasa con Internet. Lo importante es –dicen- estar en la Red. No, señor: Lo importante es saber por qué tienes que estar en la Red (si es que tienes que estar). Y ahí radica la enorme diferencia entre los fundamentalistas de los bits y los críticos de la razón práctica.
Hace unos días leí en La Vanguardia una entrevista a un tal Avinash Kaushik, que ostenta el curioso cargo de Evangelista de Analítica para Google. Este curioso personaje, que intervino en unas jornadas en Barcelona, decía de su profesión que “la función típica de un evangelista es predicar sobre una religión, pero mi objetivo es enseñar a la gente cómo usar mejor los datos que ofrece Internet y descubrirles toda la información que les puede revelar”. Curiosa contradicción la que personifica este sacerdote de su tiempo, que afirma que su misión en enseñar cómo utilizar la información y, en cambio, se bautiza como ‘evangelista’.
Sin demasiado ahínco miro algunos de los últimos trabajos sobre la materia que se han colgado en los blogs, generalmente muy poco académicos, y me invade la misma sensación de siempre: escaso espíritu crítico, poco análisis de escenarios futuros bien fundamentados, mucho dato sin interrelacionar, demasiada tecnología en detrimento de la estrategia…
Las diferencias entre ambas posiciones extremas se pueden ilustrar con pocas frases. Los fundamentalistas dicen que todo el mundo tiene que tener tarjeta de visita; los estrategas dicen que no siempre es necesaria la tarjeta de visita y, aún siéndola, hay millones de formas de diseñarla. Los primeros priman el estar; los segundos anteponen el ser. Los primeros recuerdan aquellos análisis textuales de Kayser y sucesores: hay que medir cuantitativamente el número de apariciones, la presencia egocéntrica…; los segundos dice que estar más no significa estar mejor.
Y ahí radica la enorme diferencia entre unos y otros. Los primeros se olvidan siempre de la cultura empresarial; los segundos dicen que los valores culturales condicionan la forma de relacionarse con los demás, y esto es mucho más crítico que estar o no estar.
Lo que poca gente hace es examinar la tecnología como soporte de la comunicación. Es decir, Internet es, en definitiva, un canal como la radio, la televisión o el periódico. El formato influye sobre los contenidos (el medio no siempre es el mensaje), pero lo que los diferencia es el contenido, la estrategia y el posicionamiento. Centrarse en los canales es perder de vista el auténtico sentido de la comunicación como proceso.
2 comentarios:
Estando de acuerdo en algunos puntos de la entrada. Otros no los comparto: ¿Se puede decir que Twitter es como el telégrafo? ¿Se puede comparar Internet con la radio? ¿Con la TV?
Hay un tema que vengo escuchando y que algún día tendré que pensarlo más de un segundo, ¿Internet es únicamente un canal? No lo sé y tampoco lo tengo claro, habrá que pensarlo.
Por otro lado me gustaría que incluyeses una entrada acerca de "El futuro de los Periódicos en papel".
Como te prometí, te contestaré a través de estas mismas páginas. Posiblemente en varios capítulos, puesto que tus preguntas me van a hacer remontar a los mismos principios teóricos del proceso comunicacional (y de momento vigentes y no discutidos).
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