lunes, mayo 08, 2006

Competitividad

La primera vez que pisé un periódico fue para encargarme de la sección de Extranjero. Fue hace veinte años, pero en aquella época todavía se trabajaba con teletipos y la maquetación se hacía con tipómetro y mucha intuición. Gané la admiración de mis superiores cuando el responsable de talleres les comentó que las páginas de aquel gallego novato habían quedado clavadas, sin necesidad de tocar una sola línea.

Tiempo después, y gracias a que toda la vida me he dedicado a estudiar los temas más diversos, estaba sentado ante un ingenio mecánico que facilitaba sobremanera la contabilidad de los clientes de una empresa de coloniales. Me consideraba bueno en Contabilidad, y por tal me habían contratado, pero jamás había visto en mi vida una Soentron como aquella, que no tardé en dominar en un par de días.

Lo mismo me sucedió en sucesivas ocasiones ante máquinas, ordenadores (uno de los primeros ordenadores personales de una conocida empresa lo tuve en mis manos) y software de diversas clases. Sin embargo, siempre he quedado perplejo ante la insistencia en que la tecnología y los costes son los que marcan la diferencia de competitividad en las organizaciones. Efectivamente es así entre organizaciones que fabrican el mismo producto y que se diferencien por su nivel tecnológico o por su estructura de costes, pero el contrapunto a la posesión de tecnología se encuentra en que ésta es fácilmente adquirible y no resulta difícil aprender su manejo. Y digo “aprender”, no “comprender”. Los países emergentes de Oriente no sólo se caracterizan por sus bajos costes salariales, sino porque están incorporando con gran celeridad las nuevas tecnologías a una mano de obra barata que aprende con facilidad.

Por eso pongo los ejemplos. La tecnología en sí misma es un elemento diferencial a corto plazo. Lo que realmente diferencia a una organización de otra es su capital intelectual, que no es copiable en absoluto, y que es el que marca la diferenciación, permanente en el tiempo, a través de procesos de innovación.

Existe un principio básico de actuación en marketing que dice que no debes actuar antes de establecer tus objetivos. De igual manera, en la economía productiva ningún empresario actuaría antes de conocer a fondo su negocio. Sin embargo, a diario nos encontramos con ejemplos de todo lo contrario: dirigentes de todos los ámbitos que actúan sin objetivos y sin conocimiento de lo que llevan entre manos, o que recurren al lugar común como la mejor definición de una situación dada.

Un ejemplo lo tenemos en la educación como valor para la competitividad empresarial. La repetida expresión que afirma que el personal es el elemento más importante de la empresa, no se ve correspondida con una estrategia de recursos humanos que planifique, reclute, gestione y potencie un valor tan decisivo para las organizaciones.

Si le pedimos a alguien que describa nuestra época, recurrirá a los clichés por todos utilizados. El más común, posiblemente, sea el de “sociedad de la información”: una definición que encontramos en el primer capítulo de numerosos ensayos de literatura empresarial y de management. Y efectivamente lo es, no lo vamos a poner en duda, pero describir una época no significa describir un escenario futurible, sino ser consciente del punto de partida. La diferencia entre ambos estadios radica en que el trayecto de uno a otro se recorre mediante la gestión del cambio: Desde un punto de partida a un punto deseable.

Analizar el entorno diciendo que estamos en la sociedad de la información, la innovación y la importancia de la tecnología no significa más que describir lo que nos rodea, pero no a dónde queremos llegar. Y a donde va nuestra sociedad no es a otra sociedad de la información, sino de la educación, una “sociedad educativa” donde la educación durante toda la vida será la que abra la puerta a la creación de conocimiento sobre el que fundamentar la innovación y la diferenciación. A eso se refería la UNESCO en el informe de 2001. Cinco años después, seguimos comprobando que la formación no es un elemento pilar del futuro de nuestra sociedad. Si no podemos competir en costes, busquemos otra variable para hacerlo. A eso se le llama crear mercados, buscar la diferenciación.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen Blog!!!

Recomiendo el Libro de El Prodigio www.elprodigioww.com.

Es un libro que a través de la utilización de herramientas simples y de gran impacto, propone soluciones para incrementar el nivel de competitividad de una ciudad entera, y por ende, el aumento del nivel de prosperidad de todas las personas que en ella habitan.

El hecho de que la competitividad se genere a través de herramientas aterrizadas, permite que cualquier persona, sin importar su nivel cultural las lleve a la práctica en su día a día.

Anónimo dijo...

Muy buen Blog!!!

Recomiendo el Libro de El Prodigio www.elprodigioww.com.

Es un libro que a través de la utilización de herramientas simples y de gran impacto, propone soluciones para incrementar el nivel de competitividad de una ciudad entera, y por ende, el aumento del nivel de prosperidad de todas las personas que en ella habitan.

El hecho de que la competitividad se genere a través de herramientas aterrizadas, permite que cualquier persona, sin importar su nivel cultural las lleve a la práctica en su día a día.