viernes, mayo 19, 2006

Profesional

“No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra”, decía León Felipe. Yo tampoco quiero cantar, sino hablar en voz baja, como en confidencia, sentado ante el café de cada mañana, pero esta vez con el mármol frío y las nubes de una primavera aún sin flores.

Quiero confesar algunos de mis sentimientos al recrear una parte de mi camino como romero, sin más oficio, romero sólo. Pasamos por la vida una vez y nos cruzamos en el camino con seres de todas las apariencias, razas y creencias. Hay seres que van sembrando grano y seres que se dedican a picotear y arruinar cosechas. Hay seres que te acompañan un buen trecho, bajo castaños y robledales, disfrutando de la compañía amena, del buen hacer y el mejor enseñar, y seres que aún en su sencillez saben volcar valores y dignidad. Emilio Veiga es uno de esos seres que te enriquecen profesional y humanamente, que es lo mejor que se puede decir de una persona.

He tenido la oportunidad y la suerte de compartir dos años con él en una relación fluida presidida por el respeto mutuo, la humanidad y la profesionalidad. El café de cada mañana era la oportunidad para intercambiar ideas, contarnos historias o pedir pareceres. Por mi parte, confieso que ha sido una oportunidad para enriquecerme profesionalmente. Hay gente que merece que te descubras porque sabe aportar cosas, y gente que no merece más allá de lo que exigen las buenas maneras y la educación.

Para mí, Emilio Veiga ha sido un profesional con todas las letras y la extensión de la palabra. Ha sabido aportar cosas y enseñar otras formas de hacer lo mismo. A eso algunos le llaman innovación; yo le llamo profesionalidad. Después de dos años, lo que uno desea es poder presentar un buen balance de cosas hechas. Eso es lo que se espera de cualquiera que desarrolla un trabajo. Pero si, además, ese trabajo es el fruto de una formación envidiable, perfecto. Capital Intelectual a tope: Duke y Esade han hecho su labor, y tú pusiste tu sello personal.

A partir de ahora el café va a ser distinto, sin duda, porque ese camino que hemos recorrido en nuestra peregrinación por la vida nos ha cambiado también.

Hasta pronto.

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