Aunque me negué en un principio, pero sin la convicción que requería tal menester, no pude evitar que mi cuerpo acabara en un desfile de tiendas a lo gaudí, yo, que disfruto de los vaqueros como prenda de todo tiempo en el sentido más literal de la palabra, apiñado en un remolino de jóvenes con más de diez euros en los bolsillos, más de lo que hubiera soñado en algún tiempo en que maquinábamos la mejor forma de desvalijar furtivamente la hucha para invertir en cómics y chicles, los valores más cotizados de la época, entonces no había Bolsa ni casi periódico, y los valores bursátiles más conocidos eran las matildes, el dictador de la época -esfuerzo le costó-, videla, cuántos quebraderos de cabeza para cerrar la página de internacional cuando el desfase horario convertía al argentino en el delincuente de mis tardes-noche en la calle moros de gijón, y ahora, en cambio, el problema es encontrar una talla normal, para un crío que ha cogido no sólo los planes de desarrollo de lópez rodó sino también el baby-boom, los yogures de sabores y las hojas de lechuga en las hamburguesas completas, que dice que lo normal es la 34-36, haciendo un esfuerzo podemos llegar a la 38 ajustadita, ¿pero no pretenderá usted que la 40 sea de un niño sano?, no, qué va, que ya sé el rollo ese de la responsabilidad social corporativa y las ayudas a los países del tercer mundo, el cumplimientos de los derechos humanos relativos al trabajo infantil y la deslocalización más ajustada a la libertad de mercado, no me interprete mal, ¿pero no me dirá usted que las modelos que se enfundan estas miniaturas son el prototipo de la juventud española?, ¿quiere decir que son todos anoréxicos?, no diga usted eso, qué barbaridad, ¿no pretenderá que fomentamos la anorexia?, no, por favor, no he dicho tal, sólo digo que sus preceptos de responsabilidad social son papel mojado frente a tamañas evidencias, enséñeme una talla 40 en este modelo por favor, ¡hombre, una cuarenta!, pues, sí, una cuarenta, que todavía existen criaturas que invocan a Tiziano y a Rubens por las calles españolas, afortunadas ellas aunque no lo sepan, o no lo crean, o lo que diablos quieran, yo sólo sé que incluso una talla 34 puede ser excesiva para algunos perímetros craneales, que esta tarde se está enredando como una madeja de lana vieja…
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